Carta al rector y al CU de la UACJ

Ciuda Juárez, Chih., a 13 de abril de 2009


Al Consejo Universitario
Al rector Jorge Mario Quintana Silveira
A la comunidad universitaria
P R E S E N T E :

En nuestra calidad de integrantes de la comunidad universitaria[1] y en cumplimiento al Reglamento de los deberes, responsabilidades y sanciones de los integrantes de la comunidad universitaria, en su Capítulo II Artículos 5, 6, 7, 8, 9 y 16 que a la letra dicen:
SON DEBERES

ARTÍCULO 5º. - Participar en forma destacada ante la sociedad en la búsqueda de soluciones que tiendan a resolver los problemas de la comunidad.
ARTÍCULO 6º. - Ser consciente con su condición de universitario y esforzarse en todos sus actos para ser digno ejemplo ante la sociedad.
ARTÍCULO 7º.- Participar activamente en el libre ejercicio de todas las corrientes de pensamiento sin mas limitación que las establecidas por las leyes.
ARTÍCULO 8º.- Defender los derechos y cumplir con las obligaciones que las leyes generales del país señalen a sus habitantes.
ARTÍCULO 9º.- Cumplir y hacer cumplir la Ley Orgánica de la Universidad y todos sus Reglamentos.
ARTÍCULO 16º.- Preservar el funcionamiento normal de todas las actividades de la Universidad.

Nos dirigimos a ustedes para manifestar lo siguiente:

El día jueves 2 de abril, aproximadamente a la 9:00 P.M., el Ejército Mexicano entró al campus universitario de IIT y IADA. Según testigos el ejército dio dos vueltas por el estacionamiento, cerca de la macroaula II, donde el día anterior se llevó a cabo el Foro Militarización: ¿política de seguridad o de miedo?

A través de un artículo de opinión del Periódico Norte, nos enteramos que las autoridades universitarias señalaron este hecho como una equivocación, y que los militares se retiraron en cuanto personal de vigilancia del instituto les indicó que se encontraban dentro la universidad (¿¡después de dar dos vueltas por el estacionamiento!?). Consideramos esta explicación, que nos llega de manera indirecta, como no convincente y de ninguna manera justificativa del actuar de las Fuerzas Armadas. La minimización de lo ocurrido y la falta de un posicionamiento oficial de nuestras autoridades sobre este lamentable y condenable hecho, violatorio de la AUTONOMIA universitaria, implica la renuncia a los deberes consagrados en los artículos 6, 8 y 9 del reglamento anteriormente señalado.

Es de conocimiento general, que la autonomía universitaria constituye el garante para la realización de los fines a que aspira todo institución de educación superior; la lucha por su reconocimiento, en distintas latitudes a lo largo del siglo XX, está plenamente documentada. En nuestro país, la autonomía universitaria fue establecida en 1929 y garantizada por la Constitución en 1979 en su artículo 3 fracción VII que a la letra dice:

Las universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la ley otorgue autonomía, tendrán la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mismas; realizarán sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los principios de este artículo, respetando la libertad de cátedra e investigación y de libre examen y discusión de las ideas […]
No esta de más señalar que a nuestra universidad se le reconoció su autonomía en Octubre de 1973 con la aprobación de su Ley Orgánica. La Aprobación de esta Ley, representa la garantía de la comunidad universitaria de poder dedicarse libremente a realizar los fines a los que han aspirado históricamente las universidades.

Se podría generar un amplio debate sobre los aspectos que debe abarcar la autonomía. Un análisis histórico de las demandas englobadas en las distintas luchas a través del término, podría ayudar a precisarlos; pero sin detenernos en este análisis valioso, que ya otros han realizado, o en el derecho comparado con legislaciones mas avanzadas en la materia, como es el caso de la constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela, limitémonos a los aspectos a que la normatividad vigente se refiere, sin que esto implique la renuncia a los no precisados o reconocidos por la ley.

No es necesaria una labor interpretativa de la norma, dado que ésta es clara. Que a una universidad legalmente se le reconozca autonomía, es facultarla para gobernarse a si misma. La ley está orientada a que esta normatividad se circunscriba a lo concerniente a educar, investigar y difundir la cultura. Lo anterior (Educar, investigar, difundir la cultura) sólo puede darse garantizándose la libertad de poder construir conocimiento lejos de todo dogmatismo o autoritarismo del estado. Esto nos lleva a entender que sin la inviolabilidad de los espacios universitarios por parte las fuerzas del estado, no se puede garantizar la libertad de cátedra, la libre discusión de las ideas, la investigación científica, etc.., por la simple razón de que la presencia de las metralletas, aun por equivocación, despiertan el miedo y limitan el actuar político-intelectual de los universitarios. En este contexto, el pensamiento se restringe, debido al miedo a represalias, a lo que no vaya a incomodar al gobernante en turno. Cuando los militares se presentan en los espacios donde se cuestiona el actuar del gobierno, es señal de que esas ideas les incomodan y no se quiere que se desarrollen y difundan. Es decir, NO hay AUTONOMIA cuando las fuerzas del estado hacen acto de presencia en los espacios universitarios, sin importar (dado que los militares solo actual por ordenes) quien sea el que los envía: presidente, gobernador o rector (como fue el caso de la irrupción de la PFP en la UNAM ordenada por el rector Juan Ramon de la Fuente, durante la huelga universitaria de 1999, en defensa de la educación gratuita). Alegar ignorancia y que nuestras autoridades la justifiquen es no comprender que sin autonomía no hay pensamiento crítico, no hay universidad, Es declarar el acta de defunción de la UACJ para dejarla en una simple UCJ, donde las ideas que se gesten en ausencia de esta “A” despreciada, deben responder al dictado de los poderes fácticos, y no a la búsqueda y/o construcción del conocimiento libre.

Lo sucedido 2 de abril va más allá de una equivocación y se da en el contexto de una militarización anticonstitucional de nuestra ciudad y del país entero, de violaciones reiteradas a los derechos humanos por parte de las fuerzas militares, quienes han sido señalados y denunciados por sus abusos mediante cateos sin orden judicial, robos del patrimonio familiar, acosos, detenciones arbitrarias, tortura, desapariciones forzadas e incluso asesinatos que quedan impunes debido a su fuero militar, dejando en la indefensión casi total al grueso de la población que debe conformarse con la justificación mentirosa de que se esta combatiendo al crimen organizado, y donde evidentemente eso no sucede por ninguna parte.

Por lo anterior expuesto exigimos el cumplimiento de las normas que nos hemos dado como universitarios. Empezando por la defensa de nuestra Autonomía por parte los nuestras autoridades y representantes del concejo universitario denunciando pública y enérgicamente esta arbitrariedad que lejos está de ser accidental y cuyos intenciones son evidentes: acallar mediante la política del miedo todas las voces discordantes con sus medidas facistoide-totalitarias que el gobierno federal ha emprendido contra la población

EL ejemplo del escritos español, Miguel de Unamuno, tal vez pueda ilustrarnos en que consiste la defensa de la Autonomía Universitaria:

Siendo rector de la universidad de Salamanca en España, condenó públicamente la sublevación del ejército encabezado por Francisco Franco contra la República, al darse cuenta de la amenaza que representaba para la democracia y la libertad. Esto desató la ira de los seguidores de Franco, quienes se propusieron hostilizarlo en aras de que abandonara su postura “rebelde”. Así, el 12 de octubre de 1936, en ocasión de la celebración del Día de la Raza, irrumpió el general Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, escoltado por varios de sus correligionarios, armados con metralletas. Unamuno, que encabezaba el evento, protestó enérgicamente por la irrupción de Millán Astray, pronunciando un enérgico discurso en el que, entre cosas, expresó : “Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana…Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil…Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión”.

Tales palabras desataron la ira de Millán Astray, quien se puso a increpar a Unamuno al tiempo que alguien de su escolta pronunciaba el grito de “¡viva la muerte!”. Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno. “Acabo de oir –expresó- el grito necrófilo de ‘Viva la muerte’. Esto me suena lo mismo que ‘¡Muera la vida!’. Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente”. Millán Astray, fuera de sí, gritó: “¡Muera la inteligencia!”, a lo que el poeta José María Pemán exclamó: “¡No! ¡viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales”. Unamuno no se amilanó y concluyó: “¡Este es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir, y para persuadir necesitáis algo que os falta : razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España”.

Esas elocuentes palabras dejaron paralizados a Millán Astray y sus secuaces, quienes no tuvieron más opción que abandonar el recinto. El rector Unamuno, con ese gesto de valentía y de dignidad, pasó a convertirse en un símbolo de la defensa de la autonomía universitaria frente al poder despótico.