JAIME GARCÍA CHÁVEZ
Hacía fines del año pasado termine una detallada lectura de la estupenda obra “Historia del Cristianismo” que se realizó por un grupo de expertos bajo la dirección de Alain Corbin. Desearía que todos pudieran emprender esa tarea intelectual y cultural, aunque se de las dificultades existentes al respecto. Un capítulo de la historia se debe a la pluma de Claude Langlois, nada menos que Director emérito de estudios en la Escuela Práctica de Altos Estudios y específicamente en su departamento de Ciencias Religiosas. Langlois abordó el tema de cómo el catolicismo ha reaccionado frente a la limitación de los nacimientos. Pues con todo y lo experto del erudito, advierto que no fue al fondo central que entraña la comprensión de la sexualidad y su represión al seno de la Iglesia Católica y particularmente de los obligados al celibato.
Afirma el estudioso, seguramente con ironía: “la sexualidad es un universo del que hablan teólogos y confesores, pero lo hacen de oídas, como antropólogos de despacho que realizarán las síntesis de los relatos de viajeros”. Lo hacen evocando el tema de la carne como algo esencialmente materia siempre grave.
Mi discrepancia es que no hablan exclusivamente de oídas y el caso de Marcial Maciel es más que ilustrativo, como se puede ver ante el escándalo de haber llevado una doble vida de sacerdote obligado al celibato y pareja de una mujer con la que procreó, lo que sería lo de menos dada la normalidad biológica del caso, agravado por sus grandes y aberrantes perversiones, todas ellas documentadas de manera prolija. De paso hay que decir que Maciel practicó lo inaceptable por su Iglesia, no porque haya fornicado, practicado el amor libre o el adulterio sino por haber sido una persona consagrada y de manera personal vehículo para que una mujer pecara dada la prohibición existente y acogida por su Iglesia, convirtiéndose nada menos que en un padre soltero.
Don Marcial hace tiempo que murió. Dudo, si hay un Altísimo que lo juzgue, haya pasado a mejor vida. Pero eso poco me importa. Marcial Maciel fundó la Legión de Cristo y creó un movimiento para implantar el Reino de Cristo (Regnum Christi). Se trata de una institución de la Iglesia de carácter pontificio, dicho en otras palabras autorizado por el Papa de Roma. Además Marcial Maciel por haber nacido en Cotija de la Paz, Michoacán, ha sido uno de los personajes de origen mexicano con mayor influencia tanto en el Vaticano como en la Iglesia y sus redes de influencia, a parte de los intereses económicos y políticos. Los legionarios tienen a la educación —desde edad temprana y hasta estudios avanzados— como una esfera de influencia descomunal, pues además es el medio para tamizar liderazgos muy influyentes en todo el mundo. No hablamos de poca cosa, como bien lo sabe la derecha.
Ahora que se ha abaratado la santificación —Abascal ya esta propuesto— Marcial Maciel estaría llamado a convertirse en un Santo mexicano más de la serie inaugurada por el colonial San Felipe de Jesús. Se le atravesó en esa senda su perversidad, su doble o triple moral, sus desmanes y abusos sexuales y —en el fondo de todos— conducirse con engaño hacia los demás y de palabra profesar una ética y compromiso y además imponerla y, en la práctica, ser un personaje a la altura del Márquez de Sade.
Hace unas cuantas semanas y con la presencia de la esposa de Felipe Calderón Hinojosa, se celebró un evento mundial sobre la familia y su importancia para la religión. El fundamentalismo se expresó y fuerte. No pocos expositores en este evento fueron conocidos Legionarios de Cristo. Doy noticia del hecho porque como dijo un analista del tema en todo esto hubo Maciel pero hay muchos Macielitos, que sujetos a la misma represión y poseedores del mismo poder, siguen el paso de su padre fundador.
Así las cosas no es cierto que teólogos y sacerdotes hablen nada más de oídas. Abordan el tema porque saben de que se trata y además desde vías bastante torcidas producto de la represión de la propia sexualidad.
Tres o cuatro cosas concluyen esta reflexión. El comportamiento pertinaz de los gobernantes mexicanos que patrocinan la impunidad, cuando en una denuncia penal se involucra a algún religioso. Nuestro Ministerio Público no quiere topar con la Iglesia, recordar las celebres palabras de Miguel de Cervantes, autor de El Quijote. Basta que un Obispo y algún cacique económico de la comunidad al corriente en sus diezmos, hable por un cura o una monja abusivos, para que el monopolio de la acción penal se convierta, por omisión, en amparo de la impunidad. No invento, en mi ejercicio profesional me he ocupado de varios casos.
Grave es también que nuestros gobernantes, que protestaron el cumplimiento de la Constitución y con ella su adhesión al Estado Laico, en lugar de mandar a sus hijos a escuelas públicas les imponen la escuela en turno de los legionarios de Cristo. Cierto que no se trata de un delito ni de una falta sino de una incongruencia que revela el desprecio por la educación que imparte el Estado. Conozco casos de políticos que recluyen a sus hijas en instituciones de los legionarios, para aislarlas del mundo en el que ellos practican sus abusos.
Hay un gran malestar con todo esto entre los católicos, pero no conmueve a las altas jerarquías que a ciencia y paciencia ocultan la verdad y evitan el castigo. Dentro de esta jerarquía esta la carta que sobre este tema publicó el legionario Álvaro Corcuera, Director General de la Legión de Cristo y del movimiento de apostolado el Reino de Cristo. Muchas palabras, muchas invocaciones a Dios, a grandes teólogos pero ni una sola que nos diga qué pasó con Don Marcial. Pero eso sí bastan dos o tres actividades de fin de semana para que cualquiera alcance indulgencia plenaria.
El fundador de los legionarios, ya muerto, jamás alcanzará el castigo por sus crímenes deleznables. Estoy cierto, pero no esta de más abrir los ojos para penetrar a los supuestos castillos de la pureza para advertir la putrefacción y su pestilencia frente a la cual el Estado y sus gobernantes deben actuar.