el profesor universitario Gerardo González, víctima de la violencia infame e impune que ahoga al país y especialmente a Ciudad Juárez.


Post scríptum: El pasado 4 de diciembre fue asesinado el profesor universitario Gerardo González, víctima de la violencia infame e impune que ahoga al país y especialmente a Ciudad Juárez. Hasta hoy, se encuentra desaparecida la estudiante de la UACJ Lidia Ramos Mancha. ¿Qué hacer? ¿Hasta cuándo?.
Por Víctor Orozco

La Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, institución en la que laboro, acaba de hacer un reconocimiento al trabajo intelectual del historiador Enrique Semo. Profesor emérito de esta institución, en donde ha desarrollado significativas actividades académicas, este acto no hizo sino refrendar la fructífera relación entre el profesor y la joven institución universitaria, que hoy, según los parámetros de la SEP, se encuentra entre las más acreditadas del país.

Semo pertenece a la generación de intelectuales europeos que llegaron a México como consecuencia de la persecución de la que fueron objeto ellos mismos o sus progenitores por los nazis y los fascistas. Llegó a los once años en 1942 de su natal Bulgaria, en una oleada que antes había traído a nuestras costas a los trasterrados españoles y de otras nacionalidades, como el austriaco Friedrich Katz, otro de los grandes historiadores que dedicaría su vida al estudio del pasado mexicano. Esta expulsión de intelectuales y militantes izquierdistas del viejo continente hacia las jóvenes repúblicas americanas, al tiempo que representó una sangría para Europa, fue una transfusión de savia y de sabiduría para nosotros, confirmando el viejo refrán ibérico: “No hay mal que por bien no venga”.

Con el tiempo, Semo escribiría obras fundamentales para el conocimiento de México antiguo y del colonial. Su libro Historia del Capitalismo en México. Los inicios, ha completado arriba de cien mil ejemplares editados y ha sido traducido a varios idiomas. Su labor como animador y autor de iniciativas para el estudio de la historia mexicana son de una gran relevancia. Entre ellos se encuentran los ensayos y obras colectivas sobre la hacienda, los que componen los ocho tomos de México un pueblo en su Historia y La historia económica de México en 13 tomos.

Como ensayista político, Semo ha estado entre los grandes pensadores contemporáneos, que no ha dejado pasar acontecimientos, procesos y coyunturas mundiales y mexicanas. Fue de los primeros en reflexionar sobre la caída de la Unión Soviética con una serie de artículos publicados en Proceso, ampliamente documentados in situ. Allí recogió, me comentaba hace poco, las irónicas e incitadoras palabras de un chino: "No entiendo a estos rusos: tardaron mil años en edificar su imperio y lo disolvieron en tres días".

Enrique Semo ha estado siempre, por otra parte, entre el grupo de intelectuales que se han comprometido con propuestas y causas ideológicas. Adherente del marxismo desde su juventud, formó parte del Partido Comunista Mexicano hasta que éste se disolvió para abrir paso a otras organizaciones partidarias que llegaron hasta el actual PRD, pasando por el Partido Socialista Unificado de México y el Partido Mexicano Socialista. Justamente, me tocó conocer a Semo –aunque tuvimos trato de amigos y relaciones profesionales hasta muchos años después- en un encuentro llamado pomposamente de "dirigentes estudiantiles" en Monterrey en el año lejano de 1966, durante el cual, recuerdo, se libro una dura polémica entre los jóvenes del PCM y los pertenecientes a una corriente espartaquista, que había conquistado espacios importantes en la capital neolonesa. Allí, siendo líder del PCM en el Distrito Federal, Semo nos dictó una conferencia sobre la reforma universitaria de la cual guardo todavía en la memoria y en mis apuntes algunas ideas.

Aún cuando no ha militado activamente en el PRD, ha estado siempre al tanto de sus vicisitudes. En 2003 publicó su libro La Búsqueda, crítico y polémico: ¿Podría ser de otra manera, un texto venido de un pensador de izquierda, discurriendo sobre la izquierda?. Pues sí, cabría imaginarnos un escrito apologético, complaciente, sumiso, encubridor o cómplice, que los ha habido, aunque sea haciendo traición a lo que ha significado aquella corriente a lo largo de la historia: rebelde, iconoclasta, impugnadora, acusadora. No hay que sorprendernos por tanto que en su tiempo despertara fuertes reacciones en actores de los procesos examinados, como la del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas o airadas respuestas de otros intelectuales-militantes.

Con vistas a la crisis interminable por la que atraviesa el PRD, siguen siendo pertinentes muchas de las reflexiones de Semo al respecto. Según él, este partido se asemeja a un centauro, la figura mitológica griega que junta los primitivos impulsos y los rasgos civilizados. Entre los segundos, se encuentran sus múltiples iniciativas y acciones para acabar con el régimen autoritario que padecimos los mexicanos, para disminuir la desigualdad y la pobreza, para ensanchar el ámbito de la cultura y el de la tolerancia en todas sus vertientes. Ante la perspectiva de que en México se estableciera un dañino sistema bipartidista que dejaba sin opciones a buena porción de sus habitantes, el PRD contribuyó a la apertura de opciones diferentes a las del empresariado, la jerarquía de la iglesia católica, la amañada burocracia política y las organizaciones corporativas cuyos intereses estaban y siguen estando bien representados en el PRI y en el PAN.

Pero, el nuevo partido, formado a raíz del asenso electoral de 1988 y de la decisión de sus dirigentes, principalmente de Cuauhtémoc Cárdenas, de optar por organizar a la insurgencia en lugar de lanzarse a la peligrosa y dañina aventura de una insurrección armada, cargó también con los añejos vicios inherentes a su condición de centauro, para emplear la alegoría de Semo. Tres de ellos fueron el clientelismo, la corrupción y el caudillismo. Los tres fueron detectados desde temprano en la vida del partido, pero o se hizo muy poco para erradicarlos o fueron demasiado poderosos para las fuerzas que se les opusieron y se les oponen.

Cabalgando en este monstruo, la izquierda mexicana parecería que ahora se dirige al despeñadero. Quizá sea oportuna una nueva reunión como las que convocó el propio Enrique Semo primero en Puebla en 1999 y luego en Ciudad Juárez en 2000, en las cuales varias decenas de intelectuales discutimos entonces sobre las perspectivas y nuevos horizontes de las izquierdas.

Sin duda merecedor del reconocimiento que le entregó la UACJ, Enrique Semo seguirá beneficiándonos con sus ideas y su trabajo de pensador comprometido con las mejores causas. Sobre todo ahora, cuando en medio de una crisis económica mundial que amenaza no sólo a los sistemas financieros, sino a la misma producción de satisfactores básicos, muchos petulantes economistas “puros” tienen que pedir la ayuda de la historia. Allí, los espera esta antigua línea de pensamiento que articula todas las esferas de la vida colectiva, donde han estado los autores clásicos de las izquierdas de su tiempo, desde Maquiavelo a Rousseau y a Marx. Es la misma a la que pertenece Enrique Semo.

Enviado por el propio Víctor Orozco