Homenaje a una valiente IRMA CAMPOS MADRIGAL

Con la voz apenas audible, el pasado 25 de noviembre Irma Campos Madrigal concluía su discurso al recibir la presea "María Luisa Reynoso" que entrega cada año el Instituto Chihuahuense de la Mujer, con las siguiente palabras: "¡Por más que en momentos la mirada se me caiga, cuenten siempre con mi horizonte; por más que en momentos mi brazo desmaye, cuenten siempre con mi mano; por más que en momentos me flaqueé la voz, cuenten siempre con mi aliento!".

Presente en la ceremonia de reconocimiento a mi antigua amiga y camarada, cavilaba mientras escuchaba su mensaje, recordando otro discurso que pronunció hace más de cuarenta años cuando un grupo de jóvenes mujeres fundaron en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chihuahua la Sociedad Rosa Luxemburgo. Pensaba cómo se encuentran estos dos momentos separados por una de las épocas con mayores cambios en la historia del mundo: el hombre llegó a la luna, las computadoras y los teléfonos celulares conquistaron todos los espacios, se cayó el imperio soviético, Estados Unidos es deudor de China, el PRI perdió las elecciones y la izquierda estuvo a punto de llegar al Palacio Nacional por la vía electoral, un candidato de raza negra ganó las elecciones en la unión americana.

Sin embargo, meditaba, los dos discursos de Irma Campos, el de la estudiante veinteañera y el de la abuela sexagenaria, se sustentan en las mismas ideas centrales y vigentes: emancipación de las mujeres, paridad de oportunidades para ambos sexos, igualdad social, democracia política. Y en ambos late el mismo espíritu justiciero y de rebeldía. También, los dos fueron hilvanados por el mismo cerebro, en una muestra de congruencia y fidelidad a una causa y a unos principios asumidos como indeclinables.

No se había desarrollado todavía, a mediados de los sesentas la polémica sobre el aborto, así que en la primera intervención su autora no reivindicaba como lo hizo enfáticamente en la segunda, el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Tampoco se detuvo en la última, para proclamar la toma del poder por los trabajadores, que acompañaba a todos los pronunciamientos de las izquierdas latinoamericanas en los años posteriores a la revolución cubana. Otras diferencias habrá con seguridad, además de las que se pueden suponer entre el pensamiento ingenuo, audaz y atropellado de una joven radical y el sólido pero más cauto de una madura luchadora.

Pues esto es lo que ha sido siempre en su vida pública Irma Campos: una combatiente. En las jornadas estudiantiles por hacer de la Universidad un espacio crítico y comprometido con las mayorías, por establecer un ambiente de tolerancia y respeto para todos, -a fuer de ejercer los derechos y no sólo pregonarlos-, por la democracia en los sindicatos y en el estado, contra la corrupción en las instituciones públicas, contra los crueles feminicidios. Abogada laboralista y militante política, tardó unos años en ingresar al PRD después de que éste se fundó. Dentro de las continuas modificaciones en el mapa interno de esta organización, pródiga en corrientes y grupos, cuando ambos militamos allí activamente, a veces me tocó estar en su lado, muchas otras no y por tanto, coincidir en ocasiones y disentir en otras. En ambos casos, supe apreciar el filo de sus argumentos: precisos, implacables y exigentes con la lógica.

Así había sido desde unos seis lustros antes, cuando a fines de 1964 y principios de 1965 fundamos la Sociedad Ignacio Ramírez, grupo político universitario que dejó una huella imborrable en la historia contemporánea de Chihuahua, del que derivó luego la organización estructurada en torno del periódico El Martillo. Por la Revolución Proletaria. (Nombre y lema, por cierto, decididos en una reunión celebrada en la cocina de la casa de Irma Campos).

Copartícipes de las utopías de todos los tiempos, pero adherentes firmes de la socialista en el siglo XX, cientos de miles de jóvenes apostábamos todo a la conquista del poder por los de abajo, al surgimiento de una era de igualdad y libertades. Eso era el comunismo y así se ofrecía por la propaganda soviética: niños y mujeres felices -y hasta una astronauta-, todo en el reino de la igualdad. Irma, como varias otras compañeras de avanzada, se percató muy pronto de una realidad: puede que se tomé el poder, puede que se proclamen un estado obrero y el socialismo, puede que triunfe la democracia, pero estos hechos no significan de por sí haber alcanzado las viejas y las nuevas emancipaciones: de la mujer, de los homosexuales, de las minorías étnicas. También puede que los compañeros varones fueran muy bien intencionados y se consideraran muy revolucionarios, pero en el seno de todas las agrupaciones se seguía y se sigue reproduciendo la cultura de la desigualdad y la discriminación. (Lo que llevó a una malévola feminista a inventar un nuevo tipo social, el de los "machistasleninistas".)

Por eso estas mujeres de vanguardia, fundaron la Sociedad Rosa Luxemburgo y después en los años noventas el Grupo 8 de Marzo, y por eso, Irma Campos reitera cuatro décadas después: "Jamás he sostenido que la liberación de las mujeres llegaría como consecuencia mecánica del triunfo de estas causas, la mayoría de las cuales se mantienen vigentes".

En Irma Campos, que nunca ha sido una perita en dulce, podría yo rendirle tributo a varias de sus virtudes: a su inteligencia, a su belleza física, a sus compromisos sociales e ideológicos, a sus apegos y querencias familiares, también a su capacidad para vivir con alegría –desde estudiantes, nos hemos estado riendo sin parar de nosotros mismos-. Pero, mejor lo hago a su valentía, esa que la ha llevado a librar muchas batallas en aulas, tribunales, congresos, calles, plazas y ahora, con tanta dignidad y entereza, en contra del cáncer.

Es difícil que aquellas adelantadas jóvenes de los sesentas hubieran escogido otro nombre mejor para su grupo: Rosa Luxemburgo se impuso al machismo de su tiempo, columbró y denunció la tiranía futura erigida en nombre del proletariado, atacó todos los dogmas. Integrante de una minoría discriminada por todo lo que era: atea, judía, polaca y …mujer, fue dirigente de los engreídos alemanes y de sus compatriotas a la vez, por la pura fuerza de su talento y su valentía. Los mismos que tanto admiramos en Irma Campos.

IRMA CAMPOS MADRIGAL



Video en youtube.
http://www.youtube.com/watch?v=PIzSu7IlaYc